La fiesta de Navidad nos lleva al corazón de nuestra fe cristiana. Sin embargo, cuando se eliminan todas las referencias al nacimiento de Cristo, ya no es Navidad. De hecho, ¡no hay Navidad sin Jesucristo!
A menudo se nos invita a abrir una presencia salesiana en muchos lugares porque aprecian nuestra pastoral para los jóvenes pobres y abandonados, la formación técnica en nuestros centros o nuestra labor social en favor de los refugiados, los jóvenes marginados y los desplazados. Esta es una gran bendición. Pero también podría convertirse en un riesgo. Los salesianos podríamos arriesgarnos a centrarnos tanto en nuestro trabajo por la promoción humana y el desarrollo de los pobres y marginados que podríamos terminar menos como evangelizadores y más como trabajadores sociales o proveedores de servicios sociales. Si esto sucede, el deseo de hacer el bien pronto se desvanecerá y la alegría de evangelizar ya no se sentirá más. ¡No hay misión sin Cristo! De hecho, "¡No hay verdadera evangelización si no se proclama el nombre, la enseñanza, la vida, las promesas, el Reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios"! (San Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 22).
Ciertamente, "Ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede escapar a este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos" (Redemptoris Missio, 3). Pero hay situaciones o contextos en los que ni siquiera podemos mencionar el nombre de Jesús o exhibir símbolos cristianos. En estos casos, aunque no sea prudente hablar de Jesús, no debemos perder nunca ese deseo interior y esa intención íntima de hacer lo que hacemos para dar testimonio de Jesús. El desafío es vivir de tal manera que nuestro testimonio de vida se convierta en un medio para despertar el interés por el descubrimiento de la persona de Jesús. De hecho, "en el comienzo de ser cristiano no hay una decisión ética ni una gran idea, sino el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da a la vida un nuevo horizonte y con ello el rumbo decisivo ” (Benedicto XVI, Deus Caritas Est, 1).
Vivir hoy el espíritu misionero de Don Bosco significa renovar cada día nuestro encuentro personal con Jesucristo, no para predicarnos a nosotros mismos, sino para ser portadores creíbles del Mensaje que llevamos: ¡Nuestro Señor Jesucristo!
Preguntas para la Reflexión y la Comunión:
¿Me ocupo de alimentar mi fe en Jesús?
¿Es creíble mi testimonio de vida como cristiano o como consagrado?
Diciembre 2020
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