¿QUIÉN puede ver el mundo
tras ser enceguecido?
¿Qué más querría ver alguien
tras ver al mismo Cristo?
Por eso en una cueva,
María, te has recluido.
Tu ser ya solo vive
de puro amor divino:
plegaria, penitencia,
silencio, sacrificio,
desierto, fe, nostalgia,
frío, hambre, insomnio, olvido.
Tu encierro, Magdalena,
de seis lustros seguidos,
por clave tiene el gozo
de un muerto redivivo
dejando su sepulcro
vacío, aquel día domingo.
Y es claro en ti, María,
después del breve idilio,
que el mundo ya no tenga
ni el mínimo atractivo.
Allí, en tu oscura cueva,
Cristo es tu solo cirio.
¿Quién puede ver estrellas
si el sol está encendido?
¿Quién quiere ver más nada,
si todo está ya visto?
P. Jorge de Jesús Fuentes Davison, sdb.