Acompañamiento

Profr. Carlos Andrés Hernández Díaz

Don Bosco aprende de Don Calosso el sentido de animar y de acompañar, y cuando se hace sacerdote, aplica su vivencia con un muchacho travieso e inquieto en la estación del tren de Caramagnola, que cuando escuchó por primera vez su voz, se acercó a él y a sus amigos, trató de participar en sus juegos con el riesgo de perder el tren, dijo buenas palabras, dio consejos, y terminó por enganchar a este joven para su Oratorio de Turín:

Miguel Magone, nació en 1845. Tenía carencia de formación en la familia: era huérfano de padre y no era cuidado por su madre; por lo cual, pasaba gran tiempo en la calle con el peligro de parar en la cárcel.

Dice Don Bosco en la vida que escribió de Miguel Magone:

“Hacía tiempo que para Miguel divertirse era un peso insoportable. La sonrisa no aparecía en sus labios. Mientras los compañeros se dedicaban en cuerpo y alma al recreo, él se retiraba a veces a un rincón a pensar, a reflexionar y a veces a llorar. Por eso un día mandé llamarle y le hablé así:

- Necesitaría que por un momento me dejases ser dueño de tu corazón y que me manifestases la razón de la melancolía que te atormenta desde hace algún tiempo.

- Tengo la conciencia embrollada, respondió.

- Esto me basta; he comprendido todo. Necesitaba que tú pronunciases esta palabra para que yo pudiera decirte el resto”.

El relato continúa con la preparación y la confesión de Miguel, acto que devolvió la alegría y vitalidad al joven.

Entró al Oratorio en 1857, estuvo ahí solo 14 meses, porque murió a principios de 1859, con 13 años de edad. 

Con estos ejemplos de la vida de Don Bosco, te invitamos a comprender, valorar y vivir el ACOMPAÑAR y el ser ACOMPAÑADO, ya que el ACOMPAÑAMIENTO nos genera como personas seguridad y confianza, y una persona SEGURA es capaz de hacer cosas importantes en la vida.