¿Cuánto han cambiado los estudiantes en los últimos dos años?

Francisco A. Millán Barona

De acuerdo con la Real Academia Española (RAE), sin citar las catorce entradas léxicas que existen para el verbo cambiar, uno de los significados es: “Dicho de una persona, mudar o alterar su condición o apariencia física o moral.” 

Nuestros estudiantes atraviesan por una serie de cambios que son de orden natural, es decir, cambios totalmente intrínsecos; y si a éstos aunamos las situaciones que han vivido en los últimos dos años, el cambio presentado en ellos es de orden constitutivo, es decir, forma parte de un todo. Cambió la manera de tomar sus clases, de interactuar con los seres que conforman su núcleo familiar, de reunirse con sus amigos, de percibir el mundo desde un confinamiento impuesto, pero por demás, necesario.

Cuando hubo la oportunidad, después de varios meses, de platicar con los alumnos de nuestro instituto (en la modalidad en línea que viró el rumbo de su educación por la pandemia de covid-19), la gran mayoría expresó el entusiasmo que les provocó el saber que debían retirarse a casa, ignorando que sería el principio de un encierro, el cual se extendería por varios meses. Sorprendidos, manifestaron creer que la ausencia en las aulas sería únicamente por un par de semanas, máximo un par de meses y que ésta sería tolerable.

Esta alteración en su ritmo como estudiante, como hijo, como amigo, sólo fue la punta del iceberg para la de por sí etapa complicada por la que atraviesan todos los adolescentes -en menor o mayor medida-:

  • El o la adolescente puede volverse agresivo/a, rebelde, aislado/a e inestable.
  • Experimentan cambios en los estados de ánimo, de repente sienten depresiones o rabia y luego felicidad.
  • Crece la necesidad de sentirse admirado y valorado en los grupos a los cuales pertenecen.
  • Empiezan a cuestionar las órdenes de sus padres, buscan libertad e independencia para escoger a sus amigos, amigas o pareja.
  • Se sienten presionados a tomar decisiones con las que no están de acuerdo.
  • Empiezan a sentir atracción erótico-afectiva por otras personas y a tener “amores platónicos”.

    *Fuente: American Academy of Pediatrics (Copyright @ 2019)
Los días, las semanas, los meses ¡y los años!, transcurrieron de forma inexorable y los estudiantes comenzaron a experimentar cierta inquietud al percatarse que el panorama que se vivía en nuestro país -y en el mundo por la pandemia- resultaba nada halagüeño. Si bien el suspender las clases presenciales resultó ser inminente, ¿qué hacer cuando innumerables eventos fueron cancelados, cual efecto dominó, para resguardarse en casa y evitar ser contagiados o en el peor de los casos contagiar a los otros? Adaptarse a la situación.

Hablar de la adaptación forzosa que experimentaron nuestros jóvenes estudiantes alcanzaría para escribir todo un tratado, puesto que están en juego la estabilidad emocional y el desarrollo de la personalidad de los mismos debido a que pone de manifiesto cómo se desenvuelven en los diversos ámbitos de su vida, ya que:

(…) la adaptación humana consiste en un doble proceso: ajuste de la conducta del individuo a sus propios deseos, gustos, preferencias y necesidades y ajuste de tal conducta a las circunstancias del entorno en que vive, es decir a las normas, deseos, gustos, preferencias y necesidades de las personas con las que interactúa ocasional o habitualmente. (García & Magaz, 1998, p. 13).

¿Y qué fue lo sucedió? Que los alumnos lo consiguieron. Lograron ajustarse a la situación que, día a día, se mostraba harto compleja; y por más que externaban un férreo deseo de regresar al colegio, comprendieron que las condiciones no eran las óptimas y que debían acatar, estoicamente, las normas impuestas por el Gobierno Federal y la Secretaría de Salud. Entonces, ¿se podría decir que dejaron de sentir presión ante la toma de decisiones con las que no están de acuerdo? ¿Dejaron de cuestionar las órdenes de sus padres? Todo parece indicar que así fue.

El tiempo pasó y el tan anhelado día por fin llegó para algunos: el retorno a las clases presenciales. Y fue entonces cuando pudimos observar que, efectivamente, nuestros estudiantes habían cambiado durante los dos últimos años. No solamente fue un cambio físico, también fue evidente el cambio emocional. Volvieron como todos unos seres resilientes puesto que vivieron desde sus trincheras toda clase de experiencias que los formaron y los transformaron en los seres que ahora pueblan nuestro instituto; percibimos a unos jóvenes inquietos, y llenos de inquietudes, que han superado las circunstancias que los rodearon (y que aún los rodea), mismas que han influido en la conformación de ese carácter bullicioso que emana en los salones, en los pasillos, en los alrededores de la escuela.



Como versa la canción del compositor chileno Julio Numhauser Navarro (1940) y que fuera interpretada por la cantante argentina Mercedes Sosa (1935-2009):

Cambia lo superficial
Cambia también lo profundo
Cambia el modo de pensar
Cambia todo en este mundo
Cambia el clima con los años
Cambia el pastor su rebaño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño (…)

Que nuestros jóvenes hayan cambiado en estos últimos dos años, no es extraño.