"Disfrutando el viaje de la niñez a la adolescencia"

Psic. Elizabeth Fernández Fernández

Una de las tareas que enfrenta nuestra juventud, es el paso de la infancia a la adolescencia, lo que implica una serie de cambios psicológicos, físicos y emocionales, que, además suelen ser contradictorios y llegan a generar conflicto… pero no te preocupes: es normal… e inclusive es sano.

Sí, te estarás preguntando qué tiene de sano el conflicto… ah, pues es precisamente en ese proceso de crisis y de cambios que se da la definición de una nueva identidad y la evolución de la persona. Los cambios tanto físicos como psicológicos que ocurren en la adolescencia transcurren a gran velocidad y es por ello, que a veces deseamos que ese proceso ya culmine, porque puede generar dificultades entre padres e hijos sobre todo si no se entiende y comprende el proceso natural que permite llegar a una evolución y madurez sana. 

Durante este paso de la niñez a la adolescencia, los cambios físicos que surgen implican también un proceso de adaptación del niño o la niña a una nueva identidad, a un nuevo cuerpo, a un reconocimiento corporal y, por ende, actitudinal porque su comportamiento y su actuar es diferente al que se tiene durante la niñez. Esta nueva adaptación al mundo adolescente puede generar angustia y cambios de humor por la “nueva imagen propia” y la manera en la que él o la adolescente recibe y asimila la opinión de los demás será de suma importancia porque afectará positiva o negativamente su desarrollo actitudinal y emocional.

Si te has preguntado por qué hay cambios notorios de actitud de una etapa a otra, ya sea de primaria a secundaria, o de secundaria a preparatoria, es precisamente por este proceso de transición. Durante la infancia, hay mayor apego y seguimiento a lo que dicen mamá, papá o inclusive los profesores, mientras que conforme van creciendo, esta “cercanía” se va haciendo más “lejana” y son más apegados a las amistades, a formar nuevos círculos de amigos, buscan salir de casa y no suficiente con ello, a buscar romper las reglas o minimizar los límites. Estas actitudes son parte del proceso de individualización y del “rompimiento” del vínculo de dependencia con la primera esfera social que es la familia, para que después de unos años retorne de forma más madura y consolidada.

También se da un desarrollo en el pensamiento: durante la niñez, las ideas son menos cuestionadas y se admiten como algo establecido porque en su mayoría, provienen de figuras significativas e “idealizadas” como son los padres o profesores o familia cercana.

Ya para la adolescencia, hay una evolución en la parte cognitiva y surge el pensamiento crítico y formal, por lo que cuestionan, debaten y ponen en tela de juicio esas ideas, valores, creencias, etc., para dar pie a su propia identidad e individualidad. 
 
Y así, va transcurriendo este paso… sí, es solo un paso, el cual en ocasiones tanto para adultos como para los adolescentes resulta ser un largo paso, cargado de disturbios, de enfrenamientos, discusiones y desequilibrios, pero también es una etapa llena de emociones inesperadas por ese reconocimiento de un “nuevo ser”, en el amplio sentido de la palabra: “nuevo ser”: ser estudiante, ser hijo o hija, ser amigo, ser alumna, pero sobre todo de “SER”.

Estamos acompañándonos mutuamente en este maravilloso y truculento espacio llamado “el paso de la niñez a la adultez: la adolescencia”.

Nuestros jóvenes nos invitan a disfrutar con ellos esta etapa, a quererlos, a guiarlos, a no soltarlos, sí a acompañarlos formando como nos dice Don Bosco: “buenos cristianos y honrados ciudadanos”. Gocemos cada etapa que vivimos, cada una tiene sus bondades, sus enseñanzas y sus hermosas sorpresas.