La corona de adviento

Profr. Carlos Bocanegra Uribe

Entre los signos navideños de mayor presencia entre nosotros se encuentra el de la Corona de Adviento, su uso se remonta al siglo IV o V de la era cristiana. Los llamados pueblos del norte (páganos) hacían uso de las velas en invierno para invocar al dios sol para que las noches tan largas, en invierno, se acortaran y de este modo las fuerzas de la oscuridad no influyeran negativamente en sus actividades cotidianas.

Los primeros misioneros que llegaron a estos pueblos aprovecharon su uso y cristianizaron el signo para hacer de él un signo de fe cristiana, el signo de la espera en el Señor. Fue así que, junto con el método propiamente evangelizador, se compartió la experiencia salvadora de nuestros Señor.

Las influencias de estos signos en el Occidente cristiano se extendieron y ahora es común encontrar Coronas en los hogares y templos católicos. Con lo anterior podemos verificar que no sólo la Corona es un signo decorativo navideño, sino que se ha convertido en una auténtica representación de la espera en el nacimiento de Jesús, congrega a la familia, invita a la oración, profundiza en el misterio del nacimiento del Señor, y lo más importante: hace de la esperanza el principio cristiano que vitaliza, en cuatro semanas, nuestro compromiso por los que menos tienen.

Este signo, como otros, favorecen el acercamiento a Dios, abren nuestros sentidos para vincularnos con la Palabra, el Evangelio de justicia y amor que Jesús quiso dejarnos como testimonio de se presencia. Podemos decir que, gracias a estos, el acceso al misterio de la fe se nos presenta como una posibilidad de encuentro gratuito para generar en nuestra vida un cambio, un revire, un golpe de timón.

Puesto que la Corona no está aislada de otros signos es necesario explicar aquello que la constituye en su conjunto: el follaje verde, tres velas moradas, una vela rosa y una vela blanca.

  1. Corona. - El amor infinito de Dios, principio y fin de la historia, alfa y omega.
  2. Follaje verde. – La esperanza y la vida que espera florecer con el nacimiento de Jesús ¡El Emanuel! (Dios con nosotros).
  3. Velas moradas. – Son las velas que se encienden primero (una por semana), representan la preparación y el compromiso para hacer que nuestra vida sea congruente con el Evangelio.
  4. Vela rosa. - Es la alegría de saber que Jesús está cerca.
  5. Vela blanca. - ¡Jesús ha nacido! ¡Gloria en cielo! Esta la encendemos en la cena de Navidad.
El Adviento, son sus signos se nos presenta como la oportunidad de salir al encuentro del otro para encontrarnos con el Dios encarnado, el Dios hecho hombre por nosotros. Los signos: el árbol de navidad, el nacimiento, las piñatas, las cenas, los cánticos, las oraciones, la corona, son modos que la tradición cristiana ha desarrollado para nombrar al misterio: Dios entre nosotros, Dios con nosotros.

El binomio Adviento – Navidad llega para mostrarnos que es posible la renovación, un comenzar de nuevo contra el fatalismo, la desesperanza y el conformismo.

También nos coloca en la perspectiva del año que termina, un recuento en lo vivido, otro modo de saber que Dios toca la vida, que Él con su inseparable compañía santifica la experiencia de lo vivido, bueno, malo, regular, pero siempre al lado nuestro, recordándonos que al final la esperanza y el amor compartido.

Dejo algunas preguntas que nos pueden ayudar a la reflexión, son al mismo tiempo, recomendaciones que orientan al vivir cristiano con mayor sentido de comunidad y solidaridad:

  1. El corazón humano se mueve por deseos y anhelos: ¿cuál es mi deseo al finalizar este año?, ¿qué deseamos?
  2. ¿Qué deseamos en esta temporada de Adviento y Navidad?
  3. ¿Qué significa que la luz brille en medio de nosotros?
  4. ¿Cuáles son las velas que quisiera encender para que den luz a otros?
Que el niño Jesús rico en misericordia y ternura nos haga instrumentos de su paz en esta Navidad. ¡Felices fiestas decembrinas!