Patio y Capilla

Profr. Edgar Corona Escamilla

A través de la Coordinación de Deporte nos gustaría compartirte un resumen sobre un mensaje que el Papa Francisco publicado por Aciprensa el 1 de junio de 2018 y que habla de la estrecha relación entre el deporte, la iglesia y la familia, una combinación perfecta en el desarrollo de los jóvenes, que los Salesianos han manejado desde los tiempos de Don Bosco en el Oratorio de Valdocco y que sin duda es hoy por hoy un diferenciador en nuestra manera de educar.

Espero que disfruten este escrito, no sin antes recordarles la importancia de mantenernos en movimiento mientras estamos en casa y que sin importar el espacio, demos nuestro mejor esfuerzo en cada entrenamiento y contagiemos a los demás la alegría que transmite hacer deporte.



Mensaje del Papa Francisco sobre el deporte y el papel que la Iglesia tiene en él.

“Dar lo mejor de uno mismo”, es la perspectiva cristiana del deporte y la persona humana, elaborado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, el Papa Francisco ha escrito un mensaje en el que resalta el papel de la Iglesia en este campo.

El deporte “es una riquísima fuente de valores y virtudes que nos ayudan a mejorar como personas”.

“Como el atleta durante el entrenamiento, la práctica deportiva nos ayuda a dar lo mejor de nosotros mismos, a descubrir sin miedo nuestros propios límites, y a luchar por mejorar cada día”, dice también.

A continuación, el texto completo del mensaje:

Al venerado hermano Señor Cardenal Kevin Farrell

Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida

...El deporte es un lugar de encuentro donde personas de todo nivel y condición social se unen para lograr un objetivo común. En una cultura dominada por el individualismo y el descarte de las generaciones más jóvenes y de los más mayores, el deporte es un ámbito privilegiado en torno al cual las personas se encuentran sin distinción de raza, sexo, religión o ideología y donde podemos experimentar la alegría de competir por alcanzar una meta juntos, formando parte de un equipo en el que el éxito o la derrota se comparte y se supera. La necesidad del otro abarca no solo a los compañeros de equipo sino también al entrenador, los aficionados, la familia, todo esto hace del deporte un catalizador de experiencias de comunidad, de familia humana. Cuando un padre juega con su hijo, cuando los chicos juegan juntos en el parque o en la escuela, cuando el deportista celebra la victoria con los aficionados, en todos esos ambientes se puede ver el valor del deporte como lugar de unión y encuentro entre las personas. ¡Los grandes objetivos, en el deporte como en la vida, los logramos juntos, en equipo!

El deporte es también un vehículo de formación. Quizás hoy más que nunca debemos fijar la mirada en los jóvenes, puesto que, cuanto antes se inicie el proceso de formación, más fácil resultará el desarrollo integral de la persona a través del deporte. ¡Sabemos cómo las nuevas generaciones miran y se inspiran en los deportistas! Por eso, es necesaria la participación de todos los deportistas, de cualquier edad y nivel, para que los que forman parte del mundo del deporte sean un ejemplo en virtudes como la generosidad, la humildad, el sacrificio, la constancia y la alegría. Del mismo modo, deberían dar su aportación en lo que se refiere al espíritu de equipo, el respeto, la competitividad y la solidaridad con los demás. Es esencial que todos seamos conscientes de la importancia que tiene el ejemplo en la práctica deportiva, ya que es buen arado en tierra fértil que facilitará la cosecha siempre que se cuide y se trabaje adecuadamente.

Por último, quisiera resaltar el papel del deporte como medio de misión y santificación. La Iglesia está llamada a ser un signo de Jesús en medio del mundo, también a través del deporte en los “oratorios”, en las parroquias y en las escuelas, en las asociaciones. Siempre es ocasión de llevar el mensaje de Cristo, “a tiempo y a destiempo”. Es importante comunicar esta alegría que transmite el deporte, que no es otra que descubrir las potencialidades de la persona, que nos llaman a desvelar la belleza de la creación y del propio ser humano puesto que está hecho a imagen y semejanza de Dios. El deporte puede abrir el camino a Cristo en aquellos lugares o ambientes donde por diferentes motivos no es posible anunciarlo de manera directa. Y las personas con su testimonio de alegría, con la práctica deportiva en comunidad, pueden ser mensajeras de la Buena Noticia.

Es necesario profundizar en la estrecha relación que existe entre el deporte y la vida, para que puedan iluminarse recíprocamente, para que el afán de superación en una disciplina atlética sirva también de inspiración para mejorar siempre como persona en todos los aspectos de la vida. Tal búsqueda, con la ayuda de la gracia de Dios, nos encamina a aquella plenitud de vida que nosotros llamamos santidad. El deporte es una riquísima fuente de valores y virtudes que nos ayudan a mejorar como personas. Como el atleta durante el entrenamiento, la práctica deportiva nos ayuda a dar lo mejor de nosotros mismos, a descubrir sin miedo nuestros propios límites, y a luchar por mejorar cada día. Para el deportista cristiano, la santidad será entonces vivir el deporte como un medio de encuentro, de formación de la personalidad, de testimonio y de anuncio de la alegría de ser cristiano con los que le rodean.

Vaticano, 1 de junio de 2018. Fiesta de San Justino, mártir.

FRANCISCUS




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